Estoy muy preocupado

Estoy muy preocupado.

Hace 15 días participé en una misión tecnológica a Silicon Valley junto a otros 10 empresarios, todos con foco en TI. Asistimos a Google IO, su evento global para desarrolladores. Para complementarlo, incluimos en la agenda visitas a empresas del valle como Apple, Microsoft y Bling Nation, la nueva iniciativa de Wenceslao Casares. Wences para los amigos.

Ya varias veces fui en estas delegaciones, por lo que ya sabía que iba a ser interesante. Además, mis compañeros de viaje eran muy entretenidos. Sin embargo, lo que pude apreciar me dejó muy preocupado. Fue diferente a los últimos años, en los que mis visitas habían sido a empresas tradicionales de TI, en las que había visto un ritmo bastante tranquilo. Esta vez vi innovación a alta velocidad. Esta semana asistí a más cambios tecnológicos en una semana que nunca antes.

El primer día del evento de Google, como para empezar y para el delirio de la concurrencia, su conductor anunció que le regalaría un celular con Android a cada uno de los 4000 asistentes. Lo último en telefonía móvil, lleno de gadgets muy interesantes y atractivos. Cautivantes. Más que el esfuerzo de una compañía, el software que venía adentro de ese teléfono reflejaba un ecosistema de desarrollo que está empezando despertarse.

Si ese primer día fue de éxtasis para la asistencia, en el 2º ya casi había desmayos. Yo no sabía quién era la persona que estaba parada en el escenario, con aire de rock star y aclamada por desarrolladores de todo el mundo. Comprendí todo cuando lo presentaron como Lars Rasmussen, el creador de Google Maps. Anunció que desde que terminó Maps hace 2 años, se había dedicado a rediseñar… el correo electrónico. Ni más ni menos. Sólo que con la tecnología de hoy, varias décadas después de su invención. Anunció Wave. Notable. Nunca había visto que un programador fuera ovacionado de pie. Notabilísimo. No sólo notable. Emocionante.

Fue entonces cuando empecé a preocuparme. Me di cuenta de que llegué en bicicleta a una carrera fórmula uno. Comprendí que la industria TI de EEUU cambió la velocidad de e 2ª a 3ª y está acelerando. La cantidad de aplicaciones descargables gratuitas para Android y Iphone es increíble. También su calidad. Aplicaciones preciosas basadas en mi localización que me muestran lo que yo busque alrededor, sistemas de realidad virtual que me permiten conocer la historia de los edificios de la ciudad a través de la cámara de mi celular, gadgets para saber más de los productos exhibidos a través de lectores integrados de códigos de barras… Incluso juegos que no entendí cómo jugar hasta que mi hijo me enseñó moviendo un poco el teléfono y riéndose. Asombroso.

¿Qué está pasando? ¿Cómo es posible tanto desarrollo excelente gratis?

Lentamente empecé a comprender. No es que los ingenieros gringos sean más hábiles, ni más generosos… Es la visión. Es la estrategia.

Si yo fuera dueño de Google y tuviera como negocio principal el marketing a través de los links pagados que aparecen como resultados de las búsquedas, trataría que hubiera más búsquedas, más dispositivos habilitados para buscar y más gente buscando en ellos. ¿Cómo? Extendería mi poderosa posición en la web hacia el teléfono móvil, regalando un hermoso y unificador sistema operativo para celulares, de modo que los fabricantes lo usen sin esfuerzo ni costo, si es necesario alterando su código abierto sin tener que pagar derechos. Android.

Además, promovería de tal forma este medio entre los usuarios hasta hacerlo irresistible. ¿Cómo? Regalándoles todo el valor que pueda, sin gastar yo, a través de abrir la plataforma para que desarrolladores terceros busquen ingresos vendiendo la versión premium de aplicaciones cuyo trial es gratuito y que en Iphone ya mostraron ser muy exitosas. Android Market.

Genial. Simplemente genial. No es tecnología. Es estrategia. Estrategia genial.

Google barrerá con su competencia hasta que esta se reinvente. Pero además de esto, ha provocado como externalidad la alineación de ejércitos de programadores que disfrutan de la oportunidad de brindarnos su arte creando productos en colaboración con otros sobre plataformas de código abierto de gran calidad, con alta visibilidad, sobre piezas de hardware muy atractivas y con muchas prestaciones. Y además, en un modelo de distribución que les permite quedarse con un 70% de los ingresos.

La tendencia de código abierto montada sobre una correcta estrategia es como una forma de economía de libre tecnología contrapuesta al centralismo monárquico de codificación, correspondiente a la visión de protección de software reinante hasta ahora. Ambos modelos muy respetables en el fondo, pero con muy diferentes consecuencias. Notable.

Entendí entonces que asistimos al movimiento coordinado de un ecosistema colosal, no dirigido centralmente, sino a través de incentivos correctamente alineados, que promueve la creatividad individual y colaborativa. Es como miles de Bill Gates con computadores tan poderosos en sus manos que parecen una nube gigantesca, con sus cerebros interconectados por Internet, vinculándose mediante redes sociales, con acceso a tecnologías de última generación, compitiendo y colaborando en un proceso evolutivo a toda marcha, creando unplugged sorprendentes productos de software para un mercado global.

Temible.

Sentí que fui desde Chile a ver la carrera de fórmula uno desde la galería, sólo entendiendo algo porque los autos llegan a veces a nuestra feria del automóvil. Pero vi una carrera en serio. Mientras nosotros… estamos discutiendo por el precio de la bencina.

Estoy muy preocupado. Y lo que más me preocupa es que esta carrera no requería de clasificatorias. Podríamos estar corriendo ahí. Tenemos los ingenieros, la imaginación, la oportunidad. Incluso algo de la plata necesaria. Sólo nos falta la visión, la estrategia. Creer. Discutir cuál es el rol que tenemos en esta economía del talento. Discutir qué podemos hacer en esta carrera de grandes escuderías que ya hicieron la tarea, que tienen billeteras infinitas y que están acelerando.

Y eso que sólo les conté lo que vi en Google y dejé para otra vez a Apple y a Wences.

Estoy muy preocupado. Pero ya no estoy solo. También están ustedes.